domingo, 24 de marzo de 2013

EL ENANO DE CARTÓN (cuento)




Ciudad de México, marzo del 2013

En un lugar de cartón, un enano de cartón azul pastel baila y toca una piedra musical de pintura púrpura. Sus pasos danzarines son como risas juguetonas, que conviven en armonía con el viento que acaricia el negro pasto de azabache. Al enano de cartón azul, le encanta darse ostentosos festines de melocotones sonrientes, que bailan al compás de sus melodías de cartón. Cuando los melocotones bailan su son sonriente, todos los seres de cartón bailan y bailan con gran tesón. Embelesados, comienzan a ofrecer simpáticas canciones, que se impregnan de manera inefable en la inmensa atmósfera de cartón azul. Conejos de cartón tocan pequeños violines, que se escuchan con tenues notas transparentes desde sus minúsculas madrigueras de cartón rosado, donde se solazan con litros y litros de leche de cartón.
Cuando la noche sangrante hace su aparición, lo hace acompañado de millones de tortugas de neón, que vuelan en el firmamento inabarcable, iluminándolo todo con su resplandeciente luz. Tortugas de cartón resplandeciente que revolotean por todo el lugar, para iluminar el mundo con su luz de noche. Miles de tortugas, millones de millares de tortugas, todas resplandeciendo con su luz de cartón.
Cuando la noche sangrante hace su aparición, el enano de cartón azul se transforma en un gigante de cristal. El gigante de cristal debe hacer magia para conservar bello su mundo de cartón. El gigante dibuja una canción de cartón sobre un cartón viejo que huele a nuevo. Dibuja su canción, inspirado con movimientos tenues, que se deslizan sobre la superficie acariciada por su pincel y tinta de cartón. Dibuja lentamente, dibuja una canción interminable, mágicamente interminable. Su canción interminable queda concluida y la recorta con mucho cuidado. Una vez terminada su maniobra, el gigante de cristal hace sonar su canción interminable de cartón. El gigante se emociona al escuchar su canción y todo el mundo se conmueve con él. Las tortugas se regocijan, los conejos tocan más alto, las nubes de cartón se deslizan con bellos movimientos. El gigante pensativo, apaga la música, y todo el mundo se queda suspenso por un momento. El gigante observa hacia todos lados, como si buscase algo perdido. Un aroma a confusión impregna el ambiente. Nadie sabe qué hacer. De pronto, el gigante sonríe y se encamina al río que nunca pudo sonar. El río lo observa con un semblante de angustia. El gigante se queda un momento frente al río, mientras todos lo miran con atención. Después de un momento, el gigante le ofrece su canción de cartón y el río comienza a sonar gustoso. Es la primera vez que el río suena y todos en el mundo de cartón están felices, todos están gustosos con la canción interminable que el gigante le regalo al río. El río se lo agradece sonando más y más fuerte. Suena y resuena por todas partes, inundando todo el lugar con su canción interminable. Está extasiado, no se puede contener. Todos están atónitos por el rugido inextinguible de su canto. Pronto la admiración se vuelve pánico. Todos gritan, todo se está inundando. El río no se da cuenta del daño que provoca, está fuera de sí. Lo que hace unos instantes era música, se tornó en alaridos y gritos de desesperación. Todo el mundo murió ahogado por el río y su música interminable. Pronto todo es silencio. Un silencio absoluto se impone en el mundo de cartón. Un silencio de cartón.        
  

   
       

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